Muchas personas son tocadas por la pena y lastima cuando les ven la 'carita' de sufrido a los que en su turno de poder se robaron el patrimonio del pueblo.
Cuando estaban en su “gloria” eran prepotentes, abusadores y groseros implacables, se sentían todopoderosos e inamovibles. Sus egos autoritarios exigía que todo el mundo estuviera a su pie.
Como todo tiene su límite y su fecha de vencimiento, estos cuando se ven frente a frente a la ley y encerrados en cuatro paredes, sufren una metamorfosis automáticas: Se enferman, lloran, se les va el apetito y el rostro de “faraones” se transforma a caritas de “niños buenos” lo que logra que algunos se conmuevan y hasta pidan su libertad.
La realidad es que esa gente merece cárcel, no el tipo de prisión que se aplica en República Dominicana donde el que tiene pesitos manda hasta a los propios guardias y policías, a quienes ponen a hacerles mandado.
Merecen cárcel dura, de verdad no de mentiritas. Prisión sin derecho a nada, por abusar de su cargo, de la confianza y robarse el dinero ajeno desde un cargo que se creó para ayudar y resolver. Muchos hasta los medicamentos para los pobres se los han robado sin ninguna compasión.
Que sigan braveando y presumiendo como lo hacían desde la posición que aprovecharon para robar. Que sean bravos y fanfarrones, pero desde una cerda bien segura y sin privilegios.